Las aplicaciones de salud creadas con la participación de profesionales sanitarios y pacientes pueden ser muy útiles

En los próximos días en Madrid se llevará a cabo el Hackathon Nacional de Salud, un evento organizado por la Asociación de Investigadores en eSalud (AIES), en el que los participantes trabajarán durante dos días para desarrollar soluciones digitales que sean útiles en la asistencia sanitaria. Es un encuentro de referencia en el sector y ediciones pasadas ya han demostrado que las aplicaciones a concurso tienen un gran nivel, llegando un porcentaje importante de ellas a integrarse en el sistema sanitario.

En este encuentro se reunirán equipos multidisciplinares, formados por programadores informáticos y diseñadores y contarán con el apoyo y asesoramiento tanto de profesionales sanitarios como de pacientes. Y es precisamente la colaboración de estos profesionales de la salud y pacientes en la creación de aplicaciones lo que marca la diferencia en la eficacia y validez de dichos dispositivos.

Así, desde LifeStyle Profesional creemos que, en el marketing digital dirigido al sector salud, las aplicaciones móviles pueden desarrollar un rol muy importante, ayudando a mejorar la atención médica y contribuyendo a consultas más personalizadas.

La necesidad de validez científica

Sin embargo, uno de los mayores problemas con los que se encuentran las aplicaciones de salud hoy en día, además de la seguridad, es la ausencia de validez científica de muchas de ellas. El mercado ofrece más de 300.000 apps de salud móviles pero son pocas aquellas en las que han contribuido médicos, enfermeras, farmacéuticos o pacientes. Entre las apps de salud sin el suficiente rigor las más numerosas son las relacionadas con el ejercicio físico y la alimentación.

Existe gran consenso entre los expertos en torno a que es necesario implicar tanto a pacientes como a profesionales en el diseño de estos dispositivos tecnológicos. El aval científico de las apps de salud significa que realmente cumplen el objetivo para el que han sido diseñadas y pueden constituir un recurso más y eficiente en la prevención o tratamiento de enfermedades.

De este modo, la participación del profesional sanitario es necesaria para aportar el suficiente conocimiento científico y rigor, así como objetivos realistas, adaptados a necesidades en la consulta y práctica médica, mientras que la colaboración de pacientes es básica para comprender cuáles son sus demandas y comprobar que la aplicación es fácil de usar para ellos.

Si fuera mucho mayor el número de aplicaciones que contaran con aval científico también sería más sencillo superar los prejuicios y barreras de algunos profesionales sanitarios a participar en ellas y “recetarlas”.  El objetivo deseado es que cada vez mayor número de médicos “prescriban” apps en su consulta, de forma cotidiana. Las apps pueden llegar a estar completamente integradas en el proceso de atención sanitaria, tanto en la sanidad pública como privada, en un futuro no muy lejano si todos los agentes implicados contribuyen a ello.

En suma, el objetivo de todas las aplicaciones de salud debería ser que los médicos las recetaran sin miedo por considerarlas tan prácticas como necesarias.

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